Tus ojos eran mi aire y el aire para sí jugaba a ser redondo, rodando. Tus ojos eran mi aire y mi fuego, y los dos entre sí jugaban uno a mantener al otro, consumiéndose. Tus ojos eran mi aire y mi fuego, pero también mi agua, y los tres entre sí jugaban uno a consumir el otro, manteniéndose. Porque tus ojos eran mi agua mi fuego y mi aire, tengo transida de rumor el alma como el árbol de pino la madera, y tengo más: las raíces anudadas a ti, porque tus ojos eran mi aire mi fuego y mi agua, pero también mi tierra. 🧚♀️ José Gorostiza Herbert James Draper, The Gates of Dawn (1900)
<<Nada he oído a propósito de ese tratado —me dijo—, pero en nuestra tradición siempre se ha hecho referencia a la cueva del corazón. El corazón es la sede del ser. Muchos yoguis se concentran en su corazón y se refugian en él, desarrollando así la experiencia del Yo Soy. El corazón es como una cueva silente y muy íntima donde uno conecta con la presencia de ser y va desplazándose paulatinamente de la mente ordinaria a la mente mística>>. Ramiro A. Calle, El Faquir
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