¿Por qué me has abandonado?
Por si no hay otra vida después de esta
haz de modo que sea una injusticia
nuestra aniquilación; de la avaricia
de Dios sea tu vida una protesta.
Que un anhelo sin pago así nos presta
y envuelto de su luz en la caricia
el dardo oscuro que al dolor enquicia
en la raíz del corazón asesta.
Tu cabeza, abrumada del engaño
en la roca descansa que fue escaño
de Prometeo, y cuando al fin te
aplaste
la recia rueda de la impía suerte,
podrás, como consuelo de la muerte,
clamar: “¿por qué, mi Dios, me
abandonaste?”
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