Tú en la pureza de los círculos concéntricos que crecen y se evaden desde secretos puntos de armonía. Tú, en el minuto que conmemora la dulzura inefable del perfil y la inocencia de las manos unidas en un solo pulso, en un salto a otro espacio, en una sangre única. Cielo de aguas de olvido. Frescor perezoso de palmeras inexistentes. Fuente recién abierta. Aguasangre que a través de las venas de la tierra viene del seno de una campesina, nace en el corazón de una madre que canta una canción de cuna y brota en ese punto donde se rompe la vena más débil y amorosa de la tierra. Tú, desde el cielo de la frente hecha para el vuelo de los más puros pensamientos, hasta el rastro de música apagada que deja el pie desnudo en la arena de una playa nocturna, aún no descubierta. Las palabras nos separan y nos demoran el amanecer de los besos. La madrugada de los ojos en los ojos. Por eso el dedo índice sobre mis labios te construye el silencio, esa atmósfera donde alientas y que te crea de nuevo,
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